Vamos a hacer un pequeño ejercicio mental: imagínate al director ejecutivo de una importante compañía internacional. ¿Ya está? Pues bien, ahora voy a leerte el pensamiento: estoy casi seguro de que has imaginado a un hombre. 

La triste realidad a día de hoy es que los hombres siguen copando la mayoría de los puestos de poder en las empresas. Según el estudio Women in Business 2018, solo el 27% de los puestos directivos en España están ocupados por mujeres y hasta el 20% de las empresas no tienen a ninguna mujer ocupando estos cargos.

Por eso, me gustaría dar un paso adelante y proponer una sencilla medida que puede ayudar a mejorar esta situación: empezar a hablar de management en femenino (la directora general, la CEO, la directora científica…). Quizá pienses que es una propuesta extravagante, pero tengo buenas razones para ello. ¿Quieres saber cuáles son? ¡Sigue leyendo!

 

El papel del lenguaje en el pensamiento

Mi propuesta para mejorar la situación de las mujeres en la dirección parte de una hipótesis ampliamente demostrada: el lenguaje que usamos configura nuestra manera de pensar y ver el mundo, y con ello acaba dando forma a la realidad.

Una serie de estudios de la investigadora de ciencias neurocognitivas de Stanford y MIT, Lera Boroditsky, han ido mostrando las diferentes maneras en que el idioma que hablamos altera nuestra manera de percibir nuestro entorno. Estos son algunos de sus descubrimientos:

  • Hay idiomas que tienen dos palabras diferentes para distinguir entre azul claro y azul oscuro (por ejemplo, goluboy y siniy en ruso o ghalazio y never ble en griego), mientras que otros solo cuentan con una palabra para todos los tonos de azul (como blue en inglés). Al comparar entre sí a los hablantes de estos idiomas, resulta que los hablantes de griego y ruso son más rápidos a la hora de distinguir entre diferentes tonos de azul que los de inglés.
  • Existe un pueblo aborigen del norte de Australia que no tiene palabras para conceptos como «izquierda», «derecha», «delante» o «detrás». En su lugar, sus hablantes se refieren siempre a los puntos cardinales y dicen cosas como «tienes una hormiga en el nordeste de tu pierna» o «voy al sursureste en la distancia larga».  Y como seguro que ya has adivinado, estas personas son mucho mejores a la hora de orientarse, incluso en lugares desconocidos o dentro de edificios.
  • Para beneficiarse de los «efectos» de un idioma en el pensamiento, no es necesario haberse criado hablando este idioma. De hecho, al enseñar un lenguaje nuevo a las personas, podemos ver que los resultados de sus pruebas cognitivas empiezan a asemejarse a los de las personas nativas en ese idioma.
  • Y quizá lo más interesante, el género gramatical que atribuimos a los objetos influye en la manera en que pensamos sobre ellos, atribuyéndoles características masculinas o femeninas. Por ejemplo, en un estudio se pidió a alemanes y españoles que describieran una llave. En alemán esta palabra tiene género masculino, y los alemanes usaron con más frecuencia palabras como «dura», «pesada», «metálica», «férrea» o «útil». En cambio, los españoles usaron más adjetivos como «dorada», «pequeña», «preciosa», «intrincada» o «brillante».

 

¿Qué podemos hacer para que haya más directoras en las empresas?

Si el género que aplicamos a los objetos influye en la manera en que pensamos sobre ellos, resulta evidente que también afecta a las personas y a su consideración de sus propias cualidades y capacidades. Por ejemplo, las niñas a partir de los 6 años se consideran menos inteligentes que los niños, y no hace falta decir que esto es radicalmente falso. Se trata de una idea aprendida a causa de un rol social, y como tal, está en nuestras manos cambiarla.

Para ello, mi propuesta es muy sencilla: cuando hablamos de directores generales, de CEO y de otros puestos similares en castellano, usamos el artículo masculino. Pero ¿por qué no podemos darle la vuelta y empezar a referirnos por costumbre a la CEO, la directora general, la directora financiera o la directora científica?

Volviendo al ejercicio mental del principio, si nos imaginamos a la directora ejecutiva de una empresa, la imagen mental que nos surge es muy diferente. Nuestra cultura está llena de imágenes de hombres en puestos de poder, pero nada nos impide empezar a sustituirlas o combinarlas con imágenes de mujeres.

Las niñas y las mujeres de hoy en día han crecido en un mundo donde «lo normal» es que los ejecutivos y directivos sean hombres. Las cualidades que se vinculan al liderazgo, como la inteligencia, la decisión o la asertividad, se asocian más comúnmente a los hombres, por lo que muchas mujeres consideran que sencillamente no están capacitadas. Pero si hacemos este pequeño cambio en el lenguaje, todos empezaremos a asumir que ser mujer y directora es perfectamente normal. Y me encantaría pensar que gracias a ello, en unos años ya no tendremos que hablar de techos de cristal o de implementar cupos mínimos de mujeres en la dirección de las empresas, ya que el cambio se irá produciendo de manera natural. Y así, poco a poco, llegaremos a un mundo en que los estudios muestren que llegar a puestos directivos es una cuestión de talento, capacidades y voluntad, y no de género.

Por eso, desde hace unas semanas, yo he empezado ya a hablar por defecto de cualquier puesto de dirección con el artículo en femenino. Cada año, entre dar conferencias y clases, podcasts o artículos como este, acabo llegando a una audiencia de miles de personas, así que espero aportar mi granito de arena para conseguir un mundo mejor y más justo. Pero para que este cambio pueda producirse, tenemos que hacer sumar esfuerzos. ¿Te apuntas a hablar de management en femenino? Seguro que las directoras y las CEO de hoy y de mañana te lo agradecerán.

#CEOesfemenino

CTA Blog David 2018

 

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